viernes, 30 de diciembre de 2016

Juego volumétrico y hechura artesanal




Juego volumétrico y hechura artesanal
por Ariel Hendler para ArquiNoticias

El estudio Monoblock revitalizó una cuadra de Palermo con un edificio entre medianeras que plantea un lenguaje formal innovador hecho con recursos mínimos.

Un programa inmobiliario acotado no fue obstáculo para que el estudio Monoblock se las ingeniera y haya dejado su sello iconoclasta en un edificio de viviendas de diez pisos entre medianeras. 

Sobre un lote mínimo e irregular, la obra se distingue por la solución original con que los proyectistas sacaron partido de de un terreno exiguo y con fuertes diagonales, en una zona de Palermo donde la traza urbana se quiebra generando espacialidades complejas. De hecho, el lote donde se ubica el edificio tiene la forma de un trapecio escaleno con cuatro ángulos desiguales y sólo dos líneas paralelas: las medianeras.


“La forma atípica del terreno obligó a optimizar el ingenio para ubicar todas las funciones de modo tal que todo estuviera puesto en el lugar más cómodo”, destaca Fernando Cynowiec, socio del estudio. Así, la necesidad de aprovechar todo el espacio disponible en altura, y con la máxima densidad posible, fue el factor que condicionó casi todas las decisiones del proyecto. 

Por caso, optaron por ubicar el núcleo circulatorio al fondo, para poder liberar el resto de la superficie y volcar todas todas las unidades de vivienda hacia la calle con el fin d explotar al máximo el rendimiento de un terreno. “El escaso margen de maniobra quedó circunscripto al tratamiento del frente”, agrega Alexis Schachter, también socio de Monoblock. 

 






En este sentido, se proyectó una fachada completamente vidriada que se retranquea, se recorta y se pliega en todo su desarrollo en altura, generando un volumen dinámico y cambiante. Aunque la presencia de un gran árbol frente al edificio parece sugerir que las salientes y retranqueos obedecen al propósito de adecuarse al desarrollo de su ramaje -y de hecho lo hace-, los proyectistas advierten que realidad no se trata (o al menos no sólo) de eso.

Más bien, explican que este juego de concavidades y convexidades, de llenos y vacíos, obedecen en parte a las líneas legales de ocupación del espacio aéreo, que imponía retiros a partir del quinto piso; pero sobre todo “surgió de la lógica geométrica que se impuso incluso más allá del programa”, aclara Schachter. En rigor, la operación consistió en aprovechar en sentido positivo (y no como una restricción) las imposiciones de la normativa sobre los retiros para generar un frente casi escultórico de entrantes y salientes que revela desde el exterior la diversidad de las once unidades funcionales.



Por otra parte, este frente está envuelto casi en su totalidad por una tela metálica que, según refiere Schachter, “construye su presencia urbana a la vez que funciona como mediador entre el espacio interior y el exterior”. Para su realización, el estudio contó con el aporte de un artesano herrero que elaboró in situ una malla metálica extendida sobre bastidores que, junto con la forma, le imprime al edificio un carácter distintivo en la cuadra. 




(Detalle de las plantas)



PB / 1º y 2º / 3º 


4º / 5ª / 6º



7º / 8º / 9º





10º / Terraza / Techos

ubicación



street view

jueves, 29 de diciembre de 2016

Faros urbanos en Ulan Bator




Faros urbanos en Ulan Bator

Dos torres en la capital de Mongolia, una de viviendas y otra de oficinas, proyectadas por estudios argentinos.
Por Ariel Hendler para ArquiNoticias

Los estudios porteños Del Puerto-Sardin y Grinberg-Konterlinik accedieron a proyectar dos torres en Ulan Bator, capital de Mongolia, para un desarrollador local que los seleccionó a través de un concurso privado por antecedentes. En pleno Asia Central, ambos estudios están a punto de culminar una de ellas: la Torre Blanca, residencial,






y tienen aún en obra la Torre Negra, destinada a oficinas y a una sede bancaria. Ambas están ubicadas en los alrededores de la plaza Gengis Kahn, pleno centro de la ciudad.




















Según señalan los proyectistas, en Ulan Bator la cuadricula urbana es ortogonal y todos los edificios, sin excepción, son volúmenes exentos, con un porcentaje creciente de prismas vidriados impersonales y, sobre todo, sin ningún tipo de espacios intermedios que generen alguna situación de intercambio en el nivel de las aceras. 
En ese contexto, ambos estudios propusieron dos edificios consistentes en masas murarias potentes pero agujereadas por grandes cajas acristaladas que se desprenden en voladizo y “rompen el corsé” del prisma a modo jardines de invierno -hacia adentro- y de faros urbanos -hacia afuera-, otorgando a ambas torres su carácter particular. “Son más domésticas en el edificio residencial y monumentales en las oficinas”, aclaran. Pero agregan que, si bien las dos torres son diferentes, la suma de ambas conformará “un conjunto coherente con identidad propia y reconocible”. 

En el caso de la Torre Blanca, que está a punto de inaugurarse, el volumen fue intervenido con estas cajas acristaladas o invernaderos tanto en las plantas públicas como en el remate del edificio. Así, los prismas transparentes contienen el hall de entrada en doble altura, las oficinas del primer piso y, en el remate del edificio, alojan la sala de estar y el espacio del spa de un penthouse. 



Más allá de estas grandes piezas acristaladas, la masa construida de este edificio está horadada por múltiples ventanas de distintos tamaños y formas, distribuidas con un criterio lúdico y casi aleatorio. Sus marcos de color, resueltos con paneles de composite, contrastan con la piel neutra de la fachada ventilada. Al nivel de la calle, se propone una planta baja abierta a modo de pequeña plaza pública con una escalinata. 


En la planta baja, un café sobre el frente y un restaurante hacia el extremo posterior de la planta vinculan al edificio con el espacio público.















La segunda torre, la Negra, destinada a oficinas, y que todavía se encuentra en su primera etapa de obra, propone a su vez una planta baja con jardines públicos abiertos a las calles. 


En este caso, el volumen contará con grandes cajas acristaladas emergiendo en todos los niveles como voladizos inclinados, y funcionarán como “fuelles” amortiguadores del frío en invierno y espacios ventilados en verano.

 “En una región donde no existen jardines ni parques, donde los espacios públicos carecen de vegetación, se proponen jardines como mochilas”, explican los arquitectos. 
Un frío estepario

Pero un grave problema –señalan los proyectistas- radicaba en que estos dos faros urbanos están localizados en el clima hostil de la estepa, donde las bajas temperaturas alcanzan a -45º C en invierno. Para resolverlo, bucearon en las tradiciones locales y se encontraron con las “yurtas” (en lengua local) o “gers” (latinización), viviendas que hasta hoy todavía utilizan las numerosas tribus nómades mongolas, incluso en las afueras de la capital. Se trata de tiendas de gran tamaño y huella circular provistas de numerosas capas de protección contra el frio: capas sucesivas de lana que se agregan o se quitan según la estación del año, hasta llegar al esqueleto de madera desnudo en el verano. 
Para remedar esta solución con medios actuales, testearon el uso de muros anchos de ladrillo de tierra cocida, un material típico de la zona, pero los desalentó el carácter sísmico del territorio. Optaron entonces por un revestimiento DB 30 compuesto por una trama vertical de perfiles de aluminio color blanco (provistos por una marca líder del rubro), de color blanco en la primera torre y negro en la segunda, combinados con un alma de 30 centìmetros de aislación térmica. A su vez, los invernaderos vidriados tienen doble piel de vidrio: una exterior con triple vidriado hermético que deja pasar el calor y otra interior también acristalada que lo conserva. 
De esta forma, según concluyen, “se recupera la cualidad aislante ‘pasiva’ de las yurtas, que mantienen una temperatura cálida en su interior con gran economía de recursos y sin necesidad de recurrir a soluciones de alta tecnología”. En definitiva, se trata de exportar el talento argentino.

ubicación



martes, 20 de diciembre de 2016

Plaza con código genético



Plaza con código genético


Un espacio verde urbano en Palermo que alude a su contigüidad con el Polo Científico y Tecnológico. Obra de Galpón Estudio.





Ubicados en el Polo Científico y Tecnológico de la Ciudad de Buenos Aires, los juegos de la Plaza de las Ciencias forman parte de un proyecto científico y cultural. 
Como complemento del museo, cumplen una función educativa sin por ello resignar su capacidad lúdica. 





















Proponen desde la forma un vínculo con distintas ramas de la ciencia: biología, física, genética, química, etc. A la vez, están diseñados a partir de juegos tradicionales de plaza, de manera que cualquiera puede utilizarlos intuitivamente, sin necesidad de instrucciones.

Moléculas/subibajas, glóbulos/hamacas, cadenas de ADN/spinners, un músculo/potro, un cromosoma/potro y una neurona/trepadora se desparraman sobre una huella de hexágonos en sintonía con el resto del parque. Una serie de lupas en las que se puede observar cualquier objeto encontrado completan el proyecto.

La paleta cromática es restringida, acotada al naranja y al gris. El verde del piso de goma se mimetiza con el césped del parque. Se buscó de esta manera reforzar la unidad de conjunto evitando el efecto de objetos sueltos en un espacio de grandes dimensiones. 


Una de las premisas del proyecto fue la de generar impacto visual: los juegos se reconocen por la forma, el color y la escala. En este sentido, uno de los juegos debía ser “muy grande”, de modo que el conjunto resultara identificable tanto desde las cabeceras del parque, el tren, y la entrada lateral de la calle Godoy Cruz.